A mediados del siglo XVIII surge en Inglaterra y Alemania un movimiento que supone una nueva forma nueva de entender el mundo y que transformará, no sólo el arte y la literatura, sino la vida en todas sus manifestaciones. A este movimiento lo llamamos romanticismo. Si el hombre del XVIII hace de la razón el eje de su vida, durante el romanticismo el hombre se plantea su existencia y su relación con el mundo desde un punto de vista más emocional y subjetivo.
Algunos han atribuido la época romántica de la poesía a una reacción contra la Ilustración y la Revolución industrial. La poesía romántica aboga por un regreso del hombre a la naturaleza, lo que se ve, en particular, en las obras de Wordsworth. Cansados de la lucha por la razón y la búsqueda de la verdad, los románticos decidieron desechar la razón y abrazar la belleza.
En España el movimiento romántico llega muy tarde. No hay antes de 1830 obras propiamente románticas e incluso algún autor como Bécquer o Rosalía de Castro publican en la segunda mitad del siglo XIX.
En la poesía romántica española hay dos tendencias fundamentales. Por un lado, una poesía de carácter histórico-legendario, de estilo grandilocuente representada por el duque de Rivas, Espronceda y Zorrilla, y por otro una poesía de carácter lírico y sentimental, más subjetiva e intimista y más sobria en recursos estilísticos, a esta corriente pertenecen Bécquer y Rosalía de Castro.
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